Las supervivientes del patronato de "protección" a la mujer: Es ahora o nunca.
- Disi_dencias

- 30 sept
- 11 Min. de lectura
Actualizado: 2 oct
¿Alguien te ha contado la historia de las supervivientes del patronato de "protección" a la mujer o has sucumbido al ruido de esta nueva izquierda sin memoria?
A medida que pasan los años, más mujeres nacidas en democracia oyen el nombre de Franco como un eco que se pierde en el ruido. Sin embargo, la dictadura no es tan lejana como nos gustaría, y sus raíces, las familias que de ella se beneficiaron, siguen sustentando gran parte del sistema político de este país.
Esta es una verdad incómoda, igual que de incómodos son los policías saludando a neonazis en las manifestaciones por una España afín a aquella que nos quiso esclavas, sin voz, ni capacidad de hacer cosa distinta a la que nos ordenaran nuestros maridos.
Díscolas, rebeldes, descarriadas... al patronato. Más de 900 instituciones que actuaban bajo un objetivo común: redimir a las mujeres de nuestros supuestos pecados, someternos y convertirnos en seres despersonalizados, sin autoestima ni valor para pensar por nosotras mismas.
¿Qué hubiera sido de ti y de mí ayer? ¿Qué hubiera sido de nosotras?
Te animamos a escuchar a las guerreras que sobrevivieron.
¿Crees que el Estado ha asumido de verdad su responsabilidad histórica en lo que vivisteis? ¿O sigue mirando hacia otro lado? Si es así, ¿por qué razón sigue mirando para otro lado?
Consuelo García del Cid: No, por supuesto que no. Nadie contaba con esto, no se sabía nada del Patronato y eso es una realidad. Al salir a la luz, el escándalo es mayestático, y no saben qué hacer con ello. Hacia otro lado no es que miren, lo asumen pero en parte. No en su totalidad. Es tan sumamente grave que cuesta asimilarlo, y más políticamente. Hasta ahora, nadie me había hecho caso.
P.M: El Estado está en proceso de reconocimiento, todavía no ha asumido nada, ha dejado de mirar hacia otro lado, pero todavía no tiene claro qué está viendo ni la magnitud de la necesidad de reparación que tienen las supervivientes. Hablamos de vidas profundamente condicionadas y, en muchos casos, truncadas por su paso por el Patronato. Sentimos que es “ahora o nunca”, y no solo por la edad de las mujeres, sino también por la atención que desde el Ministerio de Igualdad se está prestando a nuestras reivindicaciones, después de años de silencio e indiferencia.
Ana Redondo es la primera en ese cargo que se preocupa realmente de nuestra causa, tanto a nivel personal como institucional, una causa que hasta ahora había sido desdeñada por otras ex ministras.
¿Qué le exigís hoy al Estado como responsable directo del sufrimiento que os causó? ¿Qué tipo de reparación consideráis justa?
Consuelo García del Cid: Justicia no habrá, porque ha prescrito. Reparación, necesaria y urgente. Somos todas muy mayores y el año pasado han muerto dos supervivientes, RAQUEL CASTILLO RODRÍGUEZY MAJO ORTIGOSA. Años atrás, murió ENCARNACIÓ HERNANDEZ CLOTET, luchadora desde el principio, conmigo. Antes de irse, le juré que no pararía, y que todo se iba a saber.
P.M: El primer paso sería el reconocimiento público, así como facilitar y simplificar el acceso a los archivos. En muchos casos, los expedientes siguen estando clasificados únicamente por número, lo que dificulta su búsqueda y refuerza la deshumanización de ser reducidas a un simple dígito en un papel.
El reconocimiento constituiría una remiendo moral, pero también es necesaria la compensación económica: muchas mujeres fueron explotadas, trabajaron forzadas de manera gratuita y eso debe ser reparado, no solo admitido.
¿Qué mensaje os gustaría compartir con las jóvenes que hoy desconocen lo que ocurrió en el Patronato de "protección" a la mujer? ¿Qué verdad no debería volver a ser silenciada?
Consuelo García del Cid: Que el maldito Patronato fue la aberración máxima contra las mujeres. Una verdadera GESTAPO a la española. Nada debe ser silenciado, hay que llegar al final.
P.M: Tenemos que reescribir nuestra historia, la de las mujeres, incluyendo la existencia del Patronato e incorporarla a la cultura general: películas, teatro, libros, canciones, charlas en institutos… Sería una manera de divulgar su existencia y transmitir el mensaje de alerta y advertencia que conlleva.
El Patronato no fue un conjunto aislado de reformatorios para rebeldes, estuvo presente en todos los aspectos de la vida de las mujeres, incluso en la de aquellas que se sometían al modelo que buscaba imponer y que creían haber elegido libremente. Era un manto negro que lo cubría todo: pertenecías al padre o al marido, y si no, al Estado.
Cuando comparáis la situación de las mujeres en vuestra juventud con la de ahora, ¿qué cambios te parecen más significativos en términos de libertades, derechos y autonomía? ¿Creéis que España corre el riesgo de retroceder si se debilitan las políticas de igualdad o se normalizan discursos que justifican el control sobre nuestros cuerpos y decisiones?
Consuelo García del Cid: Cambios ha habido, y muchos. Aparentemente a favor, pero cada una tiene su propia circunstancia y han cambiado las formas, pero no el fondo. Late. Y sí, el avance de la derecha es obvio, podemos retroceder a pasos agigantados.
P.M: Evidentemente ha habido cambios muy importantes para las mujeres en España, pero creo que en gran parte parecen más significativos por el hecho de tener un pasado relativamente reciente tan extremo con el que compararlos. He tenido compañeras de trabajo que han necesitado la firma del marido para poder empezar a ejercer. Ante eso, mi generación ha nacido más libre. Pero, sin ese tipo de comparativas la realidad es que las cifras de violencia de género y de mujeres asesinadas son escalofriantes, niñas de 10 años ya son adictas a los cosméticos y niños de 8 consumen porno. Tenemos más libertad, más capacidad y más herramientas, pero también hemos caído en la división, y eso no nos beneficia.
Tenemos que reescribir nuestra historia, la de las mujeres, incluyendo la existencia del Patronato e incorporarla a la cultura general: películas, teatro, libros, canciones, charlas en institutos… Sería una manera de divulgar su existencia y transmitir el mensaje de alerta y advertencia que conlleva. El Patronato no fue un conjunto aislado de reformatorios para rebeldes, estuvo presente en todos los aspectos de la vida de las mujeres, incluso en la de aquellas que se sometían al modelo que buscaba imponer y que creían haber elegido libremente. Era un manto negro que lo cubría todo: pertenecías al padre o al marido, y si no, al Estado.
¿Creéis que la democracia española ha desmontado realmente todas las estructuras de control heredadas del franquismo? ¿O sigue aprovechándose de algunas de ellas bajo nuevas formas?
Consuelo García del Cid: No se ha desmontado nada. La estructura de control está ahora en manos de los servicios sociales. Los llamados “informes psicosociales” son un calco del Patronato, basta con comparar expedientes de entonces y un psicosocial, es el mismo lenguaje, maquillado, pero fondo es el mismo. No hay que olvidar que las guardianas de la moral y celadoras del Patronato, que habían aprobado una oposición convocada por el Ministerio de Justicia con solo dos requisitos, ser afín al régimen y tener una moral intachable, pasaron a ser asistentas sociales en 1978, extendiendo su simiente hasta la edad de jubilación.
P.M: Mientras no se reconozca que no fue una guerra civil, sino un holocausto, una masacre que los historiadores suavizaron intencionalmente durante la transición, no habrá justicia con el pasado, y este seguirá persiguiéndonos. Esa es la primera gran estructura de control: no reconocer ni aceptar la realidad de los hechos. No se puede desmontar lo que no se identifica.
¿Por qué creéis que el sistema os temía? ¿Qué modelo de mujer representabais vosotras y por qué había tanto empeño en aislaros, someteros y convertiros en instrumentos dóciles del orden establecido?
Consuelo García del Cid: Por diferentes. Por pensar. Por rebelarnos. Por vestir de una forma no acorde a los cánones. El movimiento hippie era especialmente temido. Se trataba de imponer el patrón femenino franquista, por las malas, y a la fuerza. Si alguna se mataba por el camino, no pasaba nada. Fuimos carne de cañón franquista, y también en democracia. El Patronato de "protección" a la mujer era una caza de menores en busca de su lugar en el mundo, un lugar que había que construir, porque no existía. “Rojas, comunistas, rebeldes, descarriadas, díscolas”, eran sus adjetivos favoritos.
P.M: El Patriarcado Franquista sabía que su mayor peligro era la unión y colaboración de mujeres formadas, independientes, solventes y con pensamiento crítico. Por eso, intentaba anular a cualquier mujer que mostrara una sola de estas capacidades. El Patronato no servía únicamente para el adoctrinamiento y la represión, otra función fue invisibilizar la violencia sexual contra las menores. No solo carecían de posibilidades de denuncia, sino que eran apartadas de la sociedad y encerradas, obligándolas a cargar con el delito, la culpa y la condena. De este modo, el Patronato se convirtió en un instrumento muy útil para muchos hombres que querían deshacerse de las "fastidiosas consecuencias" que podían generar las víctimas de sus abusos.
Mientras no se reconozca que no fue una guerra civil, sino un holocausto, una masacre que los historiadores suavizaron intencionalmente durante la transición, no habrá justicia con el pasado, y este seguirá persiguiéndonos. Esa es la primera gran estructura de control: no reconocer ni aceptar la realidad de los hechos. No se puede desmontar lo que no se identifica.
¿Qué importancia le dais a la existencia del Ministerio de Igualdad? ¿Lo veis como una herramienta necesaria para proteger los derechos de las niñas, adolescentes y mujeres o como una institución que aún tiene mucho que demostrar?
Consuelo García del Cid: En estos momentos, mucha. La actual ministra nos ha escuchado desde el primer momento, y se ha implicado. Pero los derechos de las niñas y adolescentes no se protegen como debiera, desde el momento en que se retiran tutelas por motivos insostenibles, como ser pobre, vegana, vegetariana, vivir en una eco aldea o tener hijos de distintos padres. A las mujeres se las continúa juzgando constantemente, pero de forma oficial, es decir, solapada en informes que nadie cuestiona. Las trabajadoras sociales cuentan con presunción de veracidad. Las madres no pueden defenderse en condiciones si no tienen dinero para pleitear. Se separan hijos de madres de una forma completamente injustificada en muchos casos.
PM: Creo que es un ministerio necesario y que podría ser una herramienta poderosa para avanzar en los derechos de las mujeres. Sin embargo, hasta ahora ha sido utilizado de manera inadecuada, con el efecto paradójico de desprestigiar al feminismo en lugar de contribuir a su desarrollo tomando decisiones firmes respecto a sus causas universales.
¿Qué opinais del fenómeno de las tradwifes o mujeres “de alto valor”? Ese modelo de mujer, que nunca habría terminado en el Patronato, ¿te parece una propuesta inocente o crees que puede reabrir debates que pensábamos ya superados sobre el rol de la mujer en la sociedad?
P.M: Las redes sociales lo han convertido en un fenómeno, pero no es ninguna novedad. Las llaman Tradwife, un término que suena más atractivo que “electrodoméstico” o “ama de casa” y, envuelto en un anglicismo con estética vintage, se cuela el eterno modelo de mujer ideal del heteropatriarcado el sueño de todo machista, la cuidadora principal de todo misógino.
Trabajo esclavo y gratuito que permite a los hombres, independientemente de su clase social, tener servicio doméstico a su disposición.
A este modelo le añaden la palabra “valor”, cuando en realidad no tiene valor para sí misma, porque ese “valor” se lo da y se lo quita el hombre al que complacen. Es un modelo de mujer que nunca se ha ido: sigue latente en la falta de conciliación familiar, en la culpa por ejercer la libertad sexual, en el miedo a caminar sola de noche y en la desigualdad de oportunidades en el mundo laboral. Nadie te pone obstáculos para encerrarte en casa a cocinar, fregar y callar.
Los derechos de las niñas y adolescentes no se protegen como debiera, desde el momento en que se retiran tutelas por motivos insostenibles, como ser pobre, vegana, vegetariana, vivir en una eco aldea o tener hijos de distintos padres. A las mujeres se las continúa juzgando constantemente, pero de forma oficial, es decir, solapada en informes que nadie cuestiona. Las trabajadoras sociales cuentan con presunción de veracidad. Las madres no pueden defenderse en condiciones si no tienen dinero para pleitear. Se separan hijos de madres de una forma completamente injustificada en muchos casos.
Qué cosas se te pasan por la cabeza cuando estás días en una celda de aislamiento. ¿Qué mujer entra en esa celda y qué mujer sale?
Consuelo García del Cid: Depende de la fortaleza de cada una. Era muy fácil aplastarte, anular personalidades y convertirte en un Epsilon ambulante. Yo entré en aislamiento y salí fortalecida. Fue una prueba de resistencia. La primera vez pensaba en que me podían trasladar, cosa que hicieron. Entré de forma temporal en otro reformatorio peor, y lo aguanté, pero imploraba el regreso a Madrid, mi reformatorio original. Eso lo hacían para demostrar que existían otros mucho peores. Era nazi. El segundo aislamiento fue más largo, y me dediqué a hacer flexiones y levantar los brazos. Un cuadro gimnástico improvisado que agotaba, y era la forma de que el cuerpo se colocara al mismo nivel de la mente. Cansada, pero fuerte. El tercero resultó la prueba de fuego, porque no me afectaba. Y salí al patio señalando con los dedos el signo de la victoria. En ese tercero aislamiento yo canté a grito pelado dos canciones de Víctor Manuel. El disco lo había colado una interna, y a las monjas se les pasó examinarlo, por tanto, no fue requisado. La primera que cantaba era esta :
Y la segunda, esta : https://www.youtube.com/watch?v=_pqWpGtW3nk&list=RD_pqWpGtW3nk&start_radio=1
Como el disco sonó muchas veces y a la monja nunca dijo nada, no creí estar incurriendo en infracción alguna. Pero resulta que me oyeron hasta en la clausura, porque canté a voz en grito. Lo hice para distraerme, porque en aislamiento, el tiempo se te hace eterno. Pues se armó la de dios es cristo, y no quisieron escuchar mis argumentos. Por mucho que yo insistía que el disco se había escuchado más de diez veces, nada. Y la monja, para defenderse, dijo que cantadas por mí, suenan de otra manera. A canciones protesta. Y lo eran, aunque de forma sibilina, y con tal dosis de poesía que anulaba toda aparente el fondo de la cuestión. Y como las monjas, en ese sentido, eran más tontas que Abundio, no se enteraron de nada. Pero una cosa muy distinta era escuchar las canciones en boca de una descarriada. Porque entonces, solo entonces, adquirían significado. Esto nunca se lo he contado a nadie. Saldrá en la novela que estoy escribiendo. Pero no me importa que se sepa antes, creo que esta encuesta es importante y por eso lo he contado.
¿En qué ha cambiado tu día a día después de aquellas vivencias? ¿Eres capaz de dialogar con la autoridad, te perturban las imágenes de policías y monjas, te irritan más de la cuenta algunos chistes machistas?
Consuelo García del Cid: No puedo soportar la visión de una persona esposada, sea hombre o mujer. La pérdida de libertad sin haber cometido delito alguno es algo espantoso. Me impresiona mil veces más una persona esposada que un cadáver. No me cuestiono qué ha hecho, pero sé adonde va.
De adolescente, yo olía a madero, es decir, a la policía secreta. Y ahora, a las monjas, las huelo.
¿Qué le dirías a tu yo del pasado?
Consuelo García del Cid: Que quien nació para pija,porque así la educaron, decidió romper con todo. Y lo volvería a hacer. Y el precio que le tocó pagar a esa adolescente, resultó elevadísimo. Salió del infierno, y juró que lo contaría. Lo ha hecho, y lo volvería a hacer. Estoy muy orgullosa de haber resistido. Y nada de todo lo que ahora sucede con respecto al Patronato, que está en la prensa de todo el mundo, pasaría, si no hubiera sobrevivido a él. Porque quise matarme, y fallé. Estuve al borde del abismo, como tantas. Sobrevivir para contarlo. Supongo que estaba predestinada, porque he llegado a pensar que debo agradecer al Patronato que me colocara allí. Siempre supe que no saldría nadie a contarlo, y me tocó a mí. Doy por bueno mi sufrimiento. Ya se sabe todo, y eso es lo que yo pretendía.
P.M: Nada, solo la abrazaría en silencio.

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